lunes, 23 de febrero de 2015

Momentos



Hace unos días, mi amiga Cristina vino a casa a tomar café, pasamos un buen rato hablando de nuestras cosas, me gusto su visita, no nos quejamos de hombres, ni de niños, ni de la vida… solo hablamos de nosotras. Fue media horita o puede ser que algo más o quizá mucho más, pero a mí se me hizo corto.  

Cuantas veces nos sentamos con amigas y buscamos su compañía solamente por el placer de estar acompañadas, de compartir momentos y silencios…

No os asustéis, yo no sé filosofar.

Pero de eso va este blog, del silencio, de la virtud de escuchar, de esas personas que sin compartir nuestras ideas evitan el juzgarnos y nos ayudan simplemente por el hecho de escucharnos, por su compañía, por su compresión no hacia nuestras ideas sino hacia nuestra situación. 

Son personas discretas que prefieren no destacar, pasan desapercibidas haciendo mucho más bien del que se pueden imaginar. 

Ayer, mi Pepe y yo salimos a pasear, hacia una noche estupenda, habíamos pasado el día con los niños y entre ordenar habitación, entre parque, entre cuentos, entre comidas y cenas, se nos había pasado el día. Nos  faltaba después de todo “un poquito de nosotros”.

El cielo estaba estrellado y las calles medio vacías. Hablamos de muchas cosas pero también paseamos en silencio, sintiendo gusto por estar juntos, disfrutando de la noche, de la tranquilidad y de nuestro pequeño tiempo de intimidad. Reconozco que yo no quería regresar.

Después de tantos años juntos, compartimos silencios y guardamos pensamientos, no nos juzgamos y… más o menos… nos comprendemos.

Son estos momentos, son estas amigas, son estas personas, que comparten su tiempo sin juzgar, silencios que no incomodan, sonrisas que te ayudan a olvidar, las que consiguen sin darse cuenta, sin proponérselo pero con gran eficacia que no solo no perdamos el gusto por la vida, sino que deseemos con todas nuestras ganas el seguir compartiendo, riendo, soñando…. Viviendo.

lunes, 16 de febrero de 2015

Me importas tu



A punto de cumplir 44 y después de un año entero sin escribir, me siento ante esta pantalla, teclado y ratón y espero a que me llegue algo de inspiración.

Han pasado muchas cosas, todas buenas, en este año de barbecho escritor. Mis hijos crecen y yo engordo, comienzan a salirme canas y las prioridades en mi vida empiezan a ser otras.
Ya no me importa no ser la mujer diez que fui con veinte años, tampoco el no estar a la última, incluso me da igual si no llego a fin de mes y si mis mechas no están perfectamente dadas, no me importa tener la casa hecha un desastre y tampoco el desorden de mi armario.

Me importan otras cosas.

En primer lugar me importa que mis hijos sean felices, que se sientan queridos y que estén contentos con lo que son. 

Me importa mi matrimonio, mi marido al que quiero tanto y que en este momento no cambiaría por nada.

Me importa que mis padres, a los que adoro, sigan estando, que se sientan bien, que sigan dándome su opinión y diciéndome que es lo que ellos harían en mi lugar. Al final los padres siempre quieren lo mejor para los hijos. 

Me importan mis hermanas, a las que quiero a pesar de mis cuñados…. y también gracias a ellos.
Me importan mis amigos, sus problemas, sus alegrías, sus avances. 

Me importa el negrito que pide en Mercadona, si ese, el que tiene el periódico en la mano y que con una sonrisa que le recorre la cara, te da los buenos días esperando que te acuerdes de darle algo a la salida. 

Me importa ese señor que se cruza conmigo por la calle y va pensando en sus cosas, con sus problemas con su historia.

En definitiva, me importan las personas. 

A punto de cumplir 44, tengo la sensación de que un tsunami ha pasado por mi vida y ha revuelto todo. Pero a diferencia de los tsunamis que ocurren en la tierra, este tsunami interior lo que ha hecho es ordenar lo desordenado. Poner cada cosa en su sitio. 

Os deseo todo lo mejor para este nuevo año que comienza. Ojalá que este tsunami que ha revuelto mi vida, revuelva también la vuestra.
FELIZ 2012

El primer amor



Y se ríen, juegan, se buscan con la mirada. ¿Qué edad teníais cuando os enamorasteis por primera vez?  

Yo, ocho años. Y él se llamaba Javi, rubio y con flequillo. Jugábamos en los recreos y nos gustaba compartir las cosas. Yo le dejaba mi lápiz y él me regalaba una goma de borrar. Nos buscábamos en los pasillos y nos decíamos adiós cuando nuestras madres nos venían a recoger, en eso consistía nuestro noviazgo no declarado pero si sentido.

Mis hijas mayores también han tenido sus flirteos y hablando con ellas sobre este tema, nos hemos reído recordando las pequeñas hazañas de estos jóvenes enamorados.

Pobres incautos que  en alguna ocasión han llegado incluso a pelearse durante  el recreo. Enamorados que regalan flores, pintan tarjetas llenas de corazones y declaraciones. Enamorados  que llaman por teléfono solo para saludar, para escuchar la voz de su idolatrada amiga durante un instante que les parece eterno. Invitaciones a tardes de juegos y mucha distracción para las mamás.

Y ahora le ha llegado el turno a mi gorda,  mi Carmencita con sus tres añitos y sus ideas claras, que se viste de princesa pero no acepta piropos. Ella es Carmen y que nadie la confunda con Blanca Nieves o Cenicienta… quizá esté más al día que yo misma en esto de la igualdad y todas esas cosas…
Carmencita, dulce como ninguna y tímida en su justa medida va enamorando a todo el que se le cruza por su camino. Será esa lengua de trapo, ese pelo caído delante de la cara, esa mirada franca pero ladeando la cara haciéndose la interesante sin darse cuenta de lo que impacta en los chicos estas actitudes tan zalameras. 

Carmencita se ha enamorado y es amor correspondido. Javier le ha llegado al corazón. Tendríais que haberlos visto, compartiendo juegos, charlando tumbados bajo la sombra de un árbol, compartiendo merienda y volando cometas. 

Es un cariño limpio, sin buscar nada más que estar junto a la persona que te hace sentir bien, un primer amor infantil que los niños no entienden y que a las madres nos hace sonreír.
Y dice la letra de una canción… 

“el amor verdadero es tan solo el primero y los demás, son solo para olvidar“